sábado, 7 de agosto de 2010

El ánima

Ella se llama Mirta, es una mujer mayor, de buen aspecto físico, es una persona cariñosa, sencilla y trabajadora. Tiene una mirada profunda y dulce a la vez. Con un rostro sereno y agradable. Realmente es una mujer divina.
Me contó que hace 6 años trabajaba en una sala velatoria llamada Camurri en Berazategui. El ambiente donde ella se encontraba era un cuarto muy chico con un sólo sillón grande donde se recostaba a descansar dejando la puerta entre abierta que iluminaba sólo el lugar de la capilla ardiente donde se encontraba el féretro ( la luz provenía de un Jesucristo que se encontraba en la cabecera de éste). Este cuarto tenía una ventana de cortinas cerradas porque daba a un patio cerrado. Los pisos eran de cerámicas marrones oscuras. Las paredes de color arena. Su entrada era un largo pasillo que conducía a la sala de estar y sobre éste se colgaban coronas. También había una pequeña cocina donde Mirta preparaba el café o lo que gustaba la gente. El aroma que había en esta sala era muy desagradable, se podía olfatear un olor a flores de velatorio difícil de soportar.
Ese día ya siendo muy tarde a la noche, la esposa e hija del fallecido( su única familia) le preguntaron a la señora si se podían retirar a descansar a su casa y ella les dijo que no había problema, que ella se quedaba. Al retirarse la familia, Mirta apagó las luces de la sala quedando prendida solamente la del Cristo.
Era una noche fría, de tormenta muy ruidosa cuando Mirta se recuesta en el sillón del cuarto para poder descansar, sentía cómo el viento golpeaba a la ventana del patio cerrado, escuchaba fuertemente caer las gotas que chocaban contra el suelo, esa tormenta realmente parecía interminable.
Estando ya dormida de repente siente una mano que la acaricia desde la cabeza hacia la espalda, sorprendida mira a su alrededor y no se encontraba nadie. En ese momento se levanta recorriendo la sala y nota que estaba solamente con el féretro; me cuenta que en ningún momento sintió temor.
Al otro día por la mañana le empezaron a surgir dudas, es por eso que fue a una iglesia cercana y habló con un cura de lo ocurrido. Este señor le preguntó si tuvo miedo en ese momento, y ella respondió claramente que no, el cura sacó sus conclusiones y dijo que era el alma de la persona que ella estaba cuidando, y que esa sensación que sintió, era una caricia de agradecimiento por haberse quedado a cuidarlo esa noche.
Esta señora hasta el día de hoy, dice que no hay que tenerle miedo a los muertos sino a los vivos.

FIN.

1 comentario:

  1. Sinceramente, es muy buena esa historia... como te va atrapando!!!,,, felicitaciones a Daiana Maggio!!!

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