domingo, 29 de agosto de 2010

Extrañas apariciones

Dicen que en el nuevo hospital de Varela están sucediendo hechos extraños: apariciones de fantasmas. Según el personal de limpieza del lugar se escuchan gritos de una mujer en busca de algo. Según fuentes, este “espíritu” se les apareció dos veces en forma directa a un guardia nocturno y a un paciente.

Cuenta el guardia que este espíritu era una mujer muy bella, de baja estatura y extremadamente pálida. Según cuentan las distintas fuentes una mujer se le apareció al guardia preguntándole dónde estaba la salida. El guardia la llevó hasta la puerta, ya que esta mujer tenía un bebé en sus brazos. Cuando llegaron a la puerta, el guardia y la mujer intercambiaron palabras durante “20minutos”; cuando llegan sus compañeros de trabajo le preguntan qué estaba haciendo, y el guardia les contestó que estaba hablando con la señorita.- ¿Qué señorita?-preguntaron los guardias .Pero el otro guardia estaba seguro de que estaba hablando con alguien. Sus compañeros de trabajo le sacaron una foto pero en esa foto aparece a la izquierda una sombra con forma de ser humano muy brillante luego de unos minutos él vio la foto y se sorprendió tanto que tuvo que ser internado de urgencia.

Otro testigo de este espíritu cuenta que una noche lluviosa, un hombre se encontraba en el hospital, víctima de un impacto de bala cuando se le pareció una mujer (muy parecida a la que se le apareció al guardia), gritándole desesperada dónde estaba su hijo, el hombre le contestó que no sabía nada, así discutieron hasta que la mujer desapareció inmediatamente, esta historia no se toma en cuenta, ya que el hombre tenía serios trastornos psicológicos.

Últimamente, no hay registro de apariciones pero no se sabe... puede ser que aparezca de nuevo.


Sofía Alarcon

sábado, 28 de agosto de 2010

''Eterno Misterio De Amor''

Era aquella chica imposible de no ver, imposible controlar los ojos para que no se desviasen hacia donde ella estaba, porque era ese algo que seguramente habrá sido lo que atrajo a su entonces primer novio. De una tez extremadamente blanca, cabello negro y suave y delicadamente ondulado, ojos negros como la noche pero con un brillo como el de alguna estrella perdida, siempre vestida con suaves telas blancas que parecían adornar su cuerpo y aquel indescriptible dije color verde que colgaba de su fino cuello desde que se puso de novia, así era aquella muchacha.

Junto con su novio parecían la pareja más perfecta, dos jóvenes predestinados a estar juntos; siempre se sentaban en la misma parada de la estación de Ranelagh y era ahí donde parecía surgir la magia de su relación que, a pesar de ser de pocas palabras éstas no hacían falta porque se hablaban con tan sólo una mirada.

El Joven aparentaba ser alguien muy normal y tranquilo, de voz gruesa, cabello castaño peinado hacia un costado y siempre vestido con una camisa pero, algo informal; y la característica extraña era la belleza que poseía.

Siempre estaban juntos como si fuera imposible separarlos, pero un día de invierno, frío y ventoso, con nubes que cubrían todo el cielo en una amenaza de lluvia, por primera vez se los vio pelear. Los delicados labios de la joven, morados por aquel frío, desbordaron palabras que sólo expresaban dolor, un sentimiento acumulado en el alma que se había atrevido a salir. Esto provocó que, de aquellos ojos intensamente negros brotaran lágrimas amargas que humedecieron su rostro y se mezclaron con las primeras gotas de lluvia, haciendo que todo brillo existente en ella se apagara. Y entonces, arrojó sobre el muchacho su dije verde.

El joven hizo sonar su voz al gritarle y responder con todo lo que él pensaba, todo lo que parecía ser la razón de la pelea. Aunque no se sabe exactamente cuál fue, sí se sabe que fue tan grave como para acabar su relación.

Por un tiempo, no se vio a ninguno; pero cuando se supo algo de ellos nuevamente fue tan impactante que nadie logró olvidarlo. La policía los había hallado muertos a ambos en una casa abandonada. Sus cuerpos sin vida yacían en el suelo de una habitación con un disparo en el pecho cada uno como si lo hubiesen hecho ellos mismos. Pero un detalle que nadie pudo obviar fue que se encontraban de la mano juntos y sostenían el dije verde.

El tiempo parecía haberse detenido, volvió a correr y nadie volvió a hablar de la consternante historia hasta que, luego de asfaltarse las calles de la estación de Ranelagh, la gente comenzó a sentir misteriosas sensaciones. Se ve una especie de sombras que parecen ir de la mano, se siente un extraño frío en la nuca que da la sensación de que hay alguien más y se puede ver una luz verde muy distinguida que según muchos es el dije de la muchacha. Hoy todas esas sensaciones pueden ser el producto de aquella relación entre la joven pareja que, sin saberse porqué, su misterioso amor los llevó a su recordada muerte. Ese amor que aún mantiene unidas sus almas que deambulan por su viejo lugar de encuentro, un amor tan intenso que supera cualquier cosa... incluso la muerte.

Mancha

En una esquina de Berazategui, más precisamente en la calle Mitre esquina 21, existía una casa muy antigua que había estado deshabitada por mucho tiempo, hasta que un día como cualquier otro una señora llamada Carmen la compró.
La casa tenía un aspecto raro, hasta algo tenebroso, pero a Carmen pareció no importarle porque habitó la casa con toda tranquilidad.
Pasado el poco tiempo de que Carmen ocupara la casa comenzó a escuchar ruidos extraños, como si las ventanas golpearan en los vidrios, aunque no hubiera ni una gota de viento, cosas si explicación a las que Carmen no prestaba atención o ignoraba porque creía que era obvio que esas cosas sucedieran en casas tan antiguas.
Pero había algo en esa casa que sí le llamaba mucho la atención: una gran mancha en el suelo de una de las últimas habitaciones. En una casa antigua no es extraño encontrarse con manchas en las baldosas ya percudidas por el paso del tiempo, pero sí era raro el tamaño y que era imposible de limpiar o remover.
Al ver que sólo era una mancha, la señora restó importancia a eso, pero pasado el tiempo comenzó a sentir más cosas extrañas en la casa, cosas que se caían solas, las ventanas ya era habitual que golpearan contínuamente y cosas que aparecían en otros lugares.
Carmen sintió que ya no estaba sola en la casa, empezó a oír sonidos raros como gritos, comenzó a ver apariciones como si un espectro se le presentara.
El miedo la invadió completamente, desesperada salió a buscar ayuda pero cuando contaba la historia poca gente le prestaba atención o la trataban de loca, pero hubo una persona que la ayudó, un viejo habitante del barrio que conocía la historia de esa casa.
El anciano relató una historia trágica de una familia de tres integrantes: un matrimonio y un hijo. Se decía que el hombre maltrataba a la mujer y al hijo y que un día después de una fuerte discusión el violento hombre apuñaló a su esposa dándole muerte. Luego no se supo más nada del hombre y de su hijo, sólo se sabe que esa gran mancha en el piso es la mancha de sangre que dejó por resultado el asesinato.
Al enterarse de esta situación Carmen no dudó ni un minuto en mudarse y no se volvió a saber de ella.
En cuanto a la casa siguieron pasando los años y la casa continuaba deshabitada, pasó el tiempo y fue demolida, convertida en escombros y con ella el misterio que ocultaba en su interior y los secretos que ocultaba la misteriosa mancha imposible de quitar.

viernes, 27 de agosto de 2010

El misterio de Ayerza

En el año 1939, 28 años después de la creación del pueblo, la población de Ranelagh crecía vestiginosamente, obligando así, a aumentar el tamaño de la capilla "Nuestra Señora de la Merced" al actual templo parroquial.
El dinero fue donado por la señora Adela de Ayerza, quien tenía 30 años y portaba toda la elegancia de la zona.
Ella estaba casada con Abel Ayerza. Él tenía 32 años y su juventud resplandecía al lado de la bella esposa.
Cuentan los amigos de ambos que Abel y Adela se encontraban en su mejor momento.
Una noche fría y húmeda, tras haber discutido con su esposa por una tontera Abel arrancó su auto angustiado e intranquilo, se dirigió hacia la ruta donde a los pocos metros sufrió un infarto lo que provocó que chocara contra un boulevard y al instante falleciera.
En 1939 la señora donó el templo en memoria de su esposo.
La muerte de Abel Ayerza generó que el templo fuera bendecido. Éste también fue utilizado por la afligida mujer como oratorio por el fallecimiento de su hijo, quien murió en manos de sus secuestradores.
Cuenta la leyenda que una de las primeras misas nocturnas posteriores a la expansión del templo unos feligreses vieron una sombra oscura deslizarse por detrás del altar que, unos segundos después de ser divisada, desaparecía entre las paredes del recinto.
Hoy en día, una gran cantidad de testigos de Ranelagh hablan sobre un espectro que se desplaza por los terrenos de la parroquia bajo la mortecina luz de la luna. Siempre de negro y siempre desapareciendo entre las sombras cuando alguien se percata de su presencia.
Dicen que es el alma de Ayerza que protege la escuela.

jueves, 26 de agosto de 2010

La casa de Don Fermin


A principios de la década de los 40, mi abuela era una niña de unos 7 u 8 años de edad. Una niña común para la época, que iba a la escuela y que, a diferencia de los chicos hoy en día, salía a la calle a divertirse con sus amigos ya que en aquellos años no había ningún riesgo…
Como dije, asistía a la escuela, más precisamente al Colegio Nuestra Señora de la Merced, uno de los colegios más concurridos del lugar, que no era mixto (era solo para niñas). Ella, al vivir en la actual calle 10 (ya que en esa época no era la misma numeración) a dos cuadras de la Av. Mitre, tenía que caminar esas cuadras para llegar al colegio.
De esta manera todos los días pasaba por la esquina de la calle 12 y “Mitre” (como se solía y se suele llamar a la avenida) en donde había un caserón antiguo (seguramente de principios de siglo) al cual llamaban la casa de Don Fermín…
Fermín había sido el dueño de este caserón desde que fue construido hasta su propia muerte (ocurrida unos pocos años atrás).
La construcción era difícil de evadir con la vista, todo aquel que pasaba por allí veía esa enorme y particular construcción en medio de casas bajas propias de un lugar que todavía se estaba poblando, que todavía se estaba creando; Berazategui no era un municipio, era simplemente un “pueblo” que alcanzaría su “independencia” de Quilmes recién en el año 1960.
Pero volviendo al tema del caserón, era una edificación no muy alta pero imponente, con sus ventanas totalmente rectangulares e iguales y su gran puerta principal de dos alas que siempre se mantenía cerrada, podía llamar la atención de cualquiera. A sus alrededores había grandes jardines que siempre, tanto en invierno como en verano, se mantenían poblados de plantas y flores varias en buen estado…
Fermín no vivió solo en aquel lugar, sino que también vivieron con él tres señoras también mayores, las cuales no habían muerto y seguían habitando la casa.
Aunque nunca habló con ellas, mi abuela cuenta que a menudo las veía y que (por ser una niña) se impresionaba al verlas, ya que siempre que se mostraban estaban vestidas con camisones largos y blancos, sin mantener ninguna relación con nadie y caminando siempre juntas, cuidando las plantas del jardín o removiendo tierra, como si el jardín les fuera una obsesión, especialmente la parte más cercana a la puerta de la casa, en donde había un grupo de rosas rojas siempre florecidas…
Como es de esperar en cualquier persona mayor, las habitantes del caserón estaban enfermas (causa por la cual siempre estaban vestidas de esa forma ya que no salían de su casa) y fueron muriendo con el tiempo (no sé bien cuándo pero mi abuela ya era mayor, es decir, ya no iba al colegio). Según mi abuela era visible su enfermedad, ya que eran personas extremadamente flacas, arrugadas y con aspecto débil, como si ya estuvieran en el límite entre la vida y la muerte.
Desde el momento de sus desapariciones la casa quedó deshabitada, sus jardines sin alguien que los cuide ni los transite y por eso todo se fue deteriorando.
En ese estado de deterioro, la construcción comenzó a ser partícipe de muchas historias de misterio, pero hubo una en particular en la que mucha gente coincide, incluyendo a mi abuela…
Ella y muchos de sus conocidos cuentan haber visto en los grandes y arruinados jardines del lugar a estas señoras (que ya habían muerto) deambulando por entre los caminos casi tapados de hojas, arreglando las plantas del jardín que ya ni existían o acarreando tierra de un lugar a otro aunque la tierra siempre estaba igual. Lo cierto del caso es que desde ese momento hasta la demolición total de la casa (bastante tiempo después), en el jardín, a pesar del pastizal que creció con el tiempo y el deterioro que hubo, las rosas cercanas a la puerta siguieron viviendo y floreciendo año tras año, rojas como siempre, como si alguien las mantuviera en estado todos los días…
Quizás eran gente común pero, como sucede a veces, por alguna historia, estas señoras habían adquirido un carácter siniestro (carácter que mi abuela creyó y que, cada vez que las veía cuando era niña, hacía que quisiera pasar rápido por el lugar para no tener que divisarlas de nuevo).
Todos los que creyeron vislumbrarlas luego de su muerte, recuerdan la historia cada vez que pasan por el lugar, hoy en día ocupado por una sodería y un conjunto de departamentos, y las recuerdan a ellas, vistiendo esos largos camisones, como si nunca hubieran salido de la casa, como si nunca se hubieran ido ni se quisieran ir…

Fin.
Agustin Morellato

viernes, 20 de agosto de 2010

Leyendas de Berazategui: "El aljibe"

El 27 de mayo del año 1960 en la ciudad de Berazategui, ocurrió un hecho terrible. Cuenta la leyenda que una familia se mudó al barrio Primavera, a una casa antigua, grande y muy hermosa. La familia estaba constituida por los padres, la abuela y un niño. El padre llamado Roberto, conocido como el jefe de una fábrica textil, era alto, robusto, muy simpático, de cabello negro, ojos azules y trabajaba todo el día al igual que su mujer Marta; ella era de baja estatura, muy hermosa y se dedicaba a la peluquería. La abuela Elsa, era la encargada de cuidar al niño de cuatro años cuyo nombre se desconoce desde hace tiempo. El lugar era enorme,la casa amplia con un patio largo y floreado que uno de sus lados contenía un aljibe antiguo que ellos conservaban como adorno. El lunes de ese fin de mes pasó lo peor,algo se hubiera podido evitar, pero ocurrió. La abuela mientras cuidaba al nene se quedó dormida, según cuenta una de las tantas versiones del hecho que circulan. En ese momento el nene, que apenas podía pararse solo, salió hacia el patio y se dirigió hacia el aljibe que ahí había; se subió a un banquillo que estaba cerca y se asomó por curiosidad, entonces ocurrió esto: el nene se resbaló y cayó en el aljibe, golpeando su frágil cabeza contra la pared, quedó inconsciente y, ahogándose así con el agua de lluvia que quedaba en él, murió rápidamente. La abuela al despertarse, buscó al nene y como no lo encontraba en la casa, desesperadamente lo buscó en el patio, se asomó al aljibe y vio la terrible situación, horrorizada llamó a los padres comunicándoles la noticia. A los dos días del accidente la abuela, destrozada, decidió suicidarse porque no pudo superar lo ocurrido. Estos desconsolados y destrozados padres se mudaron dejando la vivienda atrás. Cuentan los vecinos que la abuela del niño se suicidó porque se sentía culpable de lo que le pasó a su querido nieto y dicen que desde ese día en adelante se ve y se escucha que alguien está en la casa, muchos policías han entrado allí para inspeccionar pero no han encontrado nada, sólo cosas tiradas, rotas, agua en el suelo y todas las puertas abiertas.
Cuenta la leyenda que en la casa quedó el espíritu del niño y el de su abuela acompañándolo y cuidándolo.

lunes, 9 de agosto de 2010

"El Vestido Blanco Y La mancha De Café"

Esta historia comenzó en, aproximadamente, el año 1980, en Berazategui (Buenos Aires) y se difundió por todas las localidades cercanas llegando a nuestras generaciones.
Un joven fue a bailar a un boliche, ubicado en diagonal al cementerio de Ezpeleta y titulado "Kethal". Allí concurría mucha gente, tanto de la zona de Ezpeleta como de Berazategui.
El joven de 24 años, según me contaron, era delgado, tenía el pelo castaño y los ojos eran de color café. Esa noche, vestía una remera blanca, jeans, zapatillas y llevaba una campera de cuero negra. Éste se encontraba dentro del boliche, tomando un trago en la barra, cuando pasaba por allí una joven muy atractiva.
El joven se quedó hipnotizado. comenzó a seguirla y a hacerle preguntas:
- ¿Cuál es tu nombre?-. La joven no respondió.
- ¿Cómo te llamas?-. Volvió a preguntarle el joven.
- ¿Quieres bailar?-. Ella le dio su mano y ambos se dirigieron hacia la pista a bailar.
La joven tenía 21 años (aunque varios tienen diferentes versiones sobre las edades de cada uno). Era muy bonita. Su cabello era ondulado y morocho. Sus ojos eran verdes. Tenía la piel pálida y fría (pero el joven no lo tomó como algo "extraño"). Esa noche, ella vestía un vestido blanco.
Después de bailar toda la noche, el joven la invitó a un bar que se encontraba cerca de allí, más precisamente, a dos cuadras del boliche.
Estuvieron conversando un largo rato, cuando a ella, en una de esas ocasiones, se le derramó café en el vestido blanco.
Antes de que amanezca, la joven decidió irse a su casa y él quiso acompañarla pero ella se negó. Después de varios intentos, la convenció. En el camino, ella tenía frío y el joven, le prestó su campera.
Casi llegando a su casa, la joven le dio su teléfono y dirección y le dijo que ahí se despidieran. Él insistió en acercarla hasta la puerta pero ella, muy nerviosa, se negó rotundamente.
De regreso a su hogar, el joven recordó que le había dejado su campera pero no se preocupó por ella, ya que decidió recogerla en el próximo encuentro.
Al día siguiente, el joven llamó a la casa de ella, como había acordado y como nadie le contestó decidió ir hacia allí. Llamó a la puerta y fue atendido por una persona mayor. Al preguntar por la chica la señora enojada le dijo que era su hija pero que había muerto hace 10 años.
Desesperado, fue al cementerio. Un lugar lúgubre, desolado y triste. A lo lejos, vio un objeto negro sobre una tumba y se acercó a él. Allí encontró su campera. Sin comprender lo que estaba pasando y muy nervioso y asustado, llamó al cuidador para pedirle que abriera la tumba.
Al abrirla, ven a la joven muerta con el vestido blanco y la mancha de café.
Después de este episodio el joven quedó muy confundido. No entendía como una chica que estaba muerta desde hacía mucho tiempo había compartido una noche con él.
Ha pasado el tiempo y el joven ya convertido en un adulto, de actitud reflexiva y serena, decide entrar al cementerio cada vez que pasa cerca de él, como si una extraña fuerza que lo atrajera hacia su interior. Ingresa y directamente se dirige a la tumba de su joven, con la cual siempre tendrá esa conección tan especial.

sábado, 7 de agosto de 2010

El ánima

Ella se llama Mirta, es una mujer mayor, de buen aspecto físico, es una persona cariñosa, sencilla y trabajadora. Tiene una mirada profunda y dulce a la vez. Con un rostro sereno y agradable. Realmente es una mujer divina.
Me contó que hace 6 años trabajaba en una sala velatoria llamada Camurri en Berazategui. El ambiente donde ella se encontraba era un cuarto muy chico con un sólo sillón grande donde se recostaba a descansar dejando la puerta entre abierta que iluminaba sólo el lugar de la capilla ardiente donde se encontraba el féretro ( la luz provenía de un Jesucristo que se encontraba en la cabecera de éste). Este cuarto tenía una ventana de cortinas cerradas porque daba a un patio cerrado. Los pisos eran de cerámicas marrones oscuras. Las paredes de color arena. Su entrada era un largo pasillo que conducía a la sala de estar y sobre éste se colgaban coronas. También había una pequeña cocina donde Mirta preparaba el café o lo que gustaba la gente. El aroma que había en esta sala era muy desagradable, se podía olfatear un olor a flores de velatorio difícil de soportar.
Ese día ya siendo muy tarde a la noche, la esposa e hija del fallecido( su única familia) le preguntaron a la señora si se podían retirar a descansar a su casa y ella les dijo que no había problema, que ella se quedaba. Al retirarse la familia, Mirta apagó las luces de la sala quedando prendida solamente la del Cristo.
Era una noche fría, de tormenta muy ruidosa cuando Mirta se recuesta en el sillón del cuarto para poder descansar, sentía cómo el viento golpeaba a la ventana del patio cerrado, escuchaba fuertemente caer las gotas que chocaban contra el suelo, esa tormenta realmente parecía interminable.
Estando ya dormida de repente siente una mano que la acaricia desde la cabeza hacia la espalda, sorprendida mira a su alrededor y no se encontraba nadie. En ese momento se levanta recorriendo la sala y nota que estaba solamente con el féretro; me cuenta que en ningún momento sintió temor.
Al otro día por la mañana le empezaron a surgir dudas, es por eso que fue a una iglesia cercana y habló con un cura de lo ocurrido. Este señor le preguntó si tuvo miedo en ese momento, y ella respondió claramente que no, el cura sacó sus conclusiones y dijo que era el alma de la persona que ella estaba cuidando, y que esa sensación que sintió, era una caricia de agradecimiento por haberse quedado a cuidarlo esa noche.
Esta señora hasta el día de hoy, dice que no hay que tenerle miedo a los muertos sino a los vivos.

FIN.

El Farruquín

Farruquín

Gritos, cuchilleo, exclamaciones y risas. Todo eso define a un colegio, chicos que no comprenden la realidad, el porqué de las cosas. Pueden ser muchas cosas, en si a nadie le interesa el pasado, la historia. La de Berazategui es atrayente, por ejemplo, funciona un colegio sobre las calles 144 entre 12 y 13, la escuela n° 8.

Su historia es la siguiente, que no es invento de nadie, ocurrió porque así se dio.

Esto había pasado en los años 20, 30 o 40, cuando por estos lados, como mucho, había algunas casas que rodeaban el núcleo de la ciudad, seguidas de una infinidad de quintas que rodeaban sobriamente el lugar enredado por caminos que sólo los paisanos de la zona reconocían. Todo estaba decorado por los pastizales secos que inundaban espesamente el paisaje. Ellos respondían ante la vista con ruidos propios de la naturaleza, una tranquila música de origen animal. El sol caía suavemente sobre el suelo y la brisa tenue junto a él se deslizaba. Los inviernos eran muy crueles, a diferencia de lo descripto, pero se solían disfrutar igual.

El hombre, como se entiende por la palabra, en esos años era tal, con moral, mucha moral. Los chicos de ahí se formaban para ser tales, con el respeto a los mayores, hacer el orden, cumplir el deber de estudiar, trabajar y otras cosas que lamentablemente se extinguieron.

Volviendo al tema de la escuela n°8, no siempre estuvo ahí. Anteriormente, exactamente sobre sus cimientos se extendía una laguna no muy grande pero lo suficientemente profunda como para que un chico se ahogue. A unos metros del colegio, hoy por hoy, hay una pizzería, que cuentan que precisamente en donde ésta está había una choza.

Por aquellos años, mientras estuvo la casucha, pasaron cosas raras. Se la describió siempre de la misma manera. No pasaba la altura del pueblerino tipo, no era muy grande, sólo constaba de una habitación para dormir (se suponía ya que nadie entró para afirmarlo). La cocina estaba por fuera, unas simples brasas de innumerables usos. El baño en cambio se situaba por detrás de unos árboles, que variaban según la frecuencia de uso. Se llegó a la conclusión de esto porque cuando se rondaba por el lugar siempre se encontraba rastros, signos humanos. Luego, las paredes y el techo eran de un metal oxidado que no combinan sus golpeadas piezas entre sí, además de los años que traían encima. Las ventanas, por así decirlo, eran vidrios de dudoso color y transparencias, aunque permitían que la luz del día se filtre por ellas e iluminen la choza. Si se quería entrar a tal aposento, dudando que alguien quisiera hacerlo, se debía empujar una tabla de madera que funcionaba como tal, aunque sin bisagras, picaporte ni candados. Todo muy rústico. Muchos se preguntaban desde hacía cuánto se encontraba la choza ahí, pero era todo un misterio, ni los ancianos de esos tiempos lo sabían, solo que siempre estuvo.

¿Pero entonces... quién vivía allí? Los escépticos afirmaban que eran vagabundos que variaban con los años, otros que eran jóvenes que huían de la ley y se refugiaban allí temporalmente. Sin embargo algunos iban más allá, sostenían que allí vivía alguien, el Farruquín.

Era un viejo, tal vez lo siga siendo. Vivió muchísimos años, su mirada lo refleja. Su piel maltrecha, una corteza que sólo cuenta días a duras penas. En su frente se anuncia una cicatriz, que seguramente se la habrá ganado en la lotería de una riña callejera. La nariz que baja de su única ceja describe la forma perfecta de un gancho muy curvo. Sus labios, de textura áspera, resguardaban lo liso de sus encías ausentes de toda dentadura. La brisa de su aliento sólo era comparada con el aroma que desprende una fosa séptica, por más exagerado que parezca.

Su contextura física se simplificaba en escuálida, flaca, flácida. El pecho era un poco más grande que su cuello, el cual estaba compuesto por ramificaciones finas. Sus brazos sobresalían, no por el tamaño sino por la fuerza de ellos, dicen que se comportaban como tenazas, pinzas, algo que ejercía mucha presión. Se lo veía en pocas ocasiones, en las cuales siempre vistió de la misma manera: camisa blanca, o que al menos lo fue en algún tiempo, y un pantalón marrón a rayas sostenido, en lugar de un cinturón de cuero, por unos hilos.

Además, solían desaparecer chicos. No se los lamentaba mucho, eran de esos que no se les veía una gran vida, pero compartían las mismas características: vagos, rateros, pocos estudiosos. Tampoco se investigaba mucho, o sí y nunca se dijo la verdad.

Como se podrán imaginar el causante de todas estas desapariciones era el estimado Farruquín. Él era quien los atrapaba, los maniataba y los llevaba dentro de su morada. Allí podían pasar horas haciéndoles vaya a saber uno qué, para luego, finalmente, ahogarlos en la mencionada laguna. Esto habrá ocurrido varias veces.

Con el paso de los años, la laguna se secó, se hizo el colegio encima de la laguna, la choza se fue destruyendo sola poco a poco, para luego no quedar nada. El Farruquín, se habría ido a otros lados, nunca se supo, aunque sospechosamente siempre solían faltar algunos críos en las casas.

Hoy sólo me queda por advertirles, porque el Farruquín anda por ahí buscando víctimas, jóvenes, que puede ser tu hijo, tu sobrino, primo, amigo, y tal vez vos….

Por Avila Facundo Julian

viernes, 6 de agosto de 2010

La casa del Misterio.

En el año 1960, una familia fue a habitar una enorme casa, en pleno centro de la ciudad de Berazategui.
La casa era inmensa, contaba con muchísimas habitaciones, de las cuales, varias tenían aspecto de no haber sido usadas por siglos.
En los primeros años en que la familia estuvo en esa casa, no había ningún problema, ya que estaba todo en orden. Lo que a la familia Ramírez le resultó tan extraño, era la actitud del vecindario ante ellos, pasaban cabizbajos o directamente, cruzaban de vereda y ni acercaban la mirada.
Esta familia estaba compuesta por cinco integrantes: el padre de la familia, la madre, dos hijos grandes y un pequeño, al que absolutamente todo lo que había en la nueva casa, aterrorizaba.
Una noche muy fría, un rato después de que la familia decidiera ir a descansar, se comenzaron a oír ruidos extraños en el ático del hogar y sus alrededores.
Al escucharlos, el pequeño Lautaro, el benjamín de la familia, quien estaba justamente en la habitación más cercana a la escalera, de una forma exaltante, salió de su recámara para dar aviso al resto de la familia.
Sumamente aterrorizados por la intriga de saber quién o qué era lo que andaba rondando, se acercaron lentamente al ático, pudiendo observar una sombra que los acompañaba y que paseaba por los largos pasillos de la casa.
Con el peor de los miedos, siguieron su camino sigilosamente y trataron de seguir a la sombra, que casualmente los llevó hasta el ático de la casa, en donde había una entrada aparte, con una puerta vieja, de madera y rota, pero lo extraño era, que jamás el dueño de la casa, o mejor dicho, el "antiguo" dueño de la casa, les había mencionado de su existencia.
Al intentar abrir esa puerta, para acabar con ese horrible misterio que los llevaba a la desesperación, se dieron cuenta de que estaba atorada por completo.
Queriendo imaginar qué era lo que había pasado, intentaron forzar la cerradura varias veces, sin conseguir respuesta. Luego de una hora aproximadamente, de forcejeo, el padre de la familia, pudo abrir la puerta bruscamente, raspándose su mano, hasta sangrar.
Pero ni eso ni cualquier otra cosa, pudo horrorizar más a la familia, que la imagen que acababan de ver. Era espeluznante, horrorosa, dolorosa para uno mismo, incluso.
Aquel niño, ese, tan pequeñito...de una edad aproximada a los seis años, muerto, asesinado, ahorcado.
Y esa gruesa y vieja soga que rodeaba su pequeño y frágil cuellito, acompañada de un banco de madera, que aparentemente, habría tirado con sus propios movimientos, sobre un inmenso charco de sangre fresca, que aparentemente, salía de su boca, minutos antes de que la familia lo viera.
El padre, inmediatamente, tomó un abrigo y salió a preguntar por el vecindario si alguien conocía a ese niño; mientras que el pequeño Lautaro, sufrió un ataque de pánico que lo dejó totalmente inmóvil. Todos respondieron: "Esa casa no es normal, no debe ni mirarse...Mucho menos habitarla".."Aléjense antes de que sea demasiado tarde"...
CUENTA LA LEYENDA que un 7 de Noviembre de 1912, mientras la familia Oviedo, habitaba la casa, el pequeño de la familia, se encontró en ese mismo ático, brutalmente golpeado y muerto por asfixia, según las recurrentes pericias, y aún ni sus padres supieron porqué...
Sólo se sabe que hasta el día de hoy, a pesar de haber sido sepultado varias veces, por los distintos habitantes que pudieron verlo de esta forma, el niño vuelve una y otra vez a perturbar a las familias con la extraña sombra, las actitudes extrañas en la casa y esa horrible imagen que cambió la vida de tantas personas.

FIN.